Por: Tito Nazar
¿Qué es un FKT?
FKT significa Fastest Known Time, o “el tiempo más rápido conocido” en un circuito específico de montaña. Para que un FKT sea válido, debe ser registrado con GPS y luego validado en el sitio www.fastestknowntime.com, que establece criterios estandarizados para cada ruta publicada.
Cada FKT puede considerar distintos formatos, como solo subida o ida y vuelta (round trip), dependiendo de la historia de la ruta, su longitud y otros factores. No todos los intentos son aceptados: por ejemplo, varios de mis FKT han sido rechazados por ser poco replicables, como una combinación inédita de todos los circuitos de la Reserva Magallanes, sumando tramos de senderismo y mountain bike desde el Club Andino en Punta Arenas. Fueron 50 kilómetros, sin registro previo, pero no cumplían con los requisitos de la plataforma.
Chris y yo somos amigos desde hace años, y curiosamente, hemos compartido más momentos intensos fuera de la montaña que dentro de ella, a pesar de que lo que más hacemos juntos es justamente eso: montaña. Ya sea en MTB, trail, skimo, escalada o gravel, nuestra amistad se forjó por caminos más bien convencionales, pero se ha fortalecido en cada aventura. Hemos vivido mucho, nos hemos apoyado en los altos y bajos, y aunque hubo cierta distancia en algún momento, el cariño siempre estuvo. Este viaje al Chaltén, con la misión de conseguir varios FKT, no fue solo una meta deportiva: fue también una forma de entrelazar nuestra historia de amistad con aquello que nunca dejamos de compartir, la montaña.

Miedo
Día uno. Después de más de nueve horas de viaje rumbo a El Chaltén, decidimos intentar un FKT que —hasta donde sabíamos— no tenía registro. Pero tres días antes de nuestra llegada, alguien lo había marcado oficialmente. Aun así, con cansancio acumulado y un poco de miedo, fuimos por él. Corrimos con todo, tan fuerte que al llegar al final, el agotamiento fue absoluto. Pero lo logramos. Sentimos un alivio inmenso: el miedo desapareció, la gloria nos abrazó, y por fin nos sentimos capaces.
Recuerdo ir subiendo por un plateau, con vista al Poincenot, y al voltear ver a Chris, mi amigo de tantos años, corriendo conmigo. Sonreí sin poder evitarlo: “Correr con él aquí, en El Chaltén… qué momento más merecido”.
Cerca del final, sentí lo que muchos llaman el flow: ese estado en que no corres al 100% fresco, pero sí con un ritmo firme, sostenido, casi eterno. Después de meses entrenando, había olvidado esa sensación… hasta que volvió. Mi corazón estaba pleno, la mente tranquila, el sudor helado en mi cara. Mi cuerpo, liviano. Corría al ritmo profundo y eterno de la montaña.

Madsen
La idea de subir el cerro Madsen fue de Chris. A mí me entusiasmó desde el principio, sobre todo porque Madsen fue el primer hombre blanco en habitar El Chaltén: una figura casi mítica, un pionero, un héroe a mi manera de ver.
El cerro tiene todo lo que me atrae de lo que yo llamo mi estilo Ortodoxo: una cumbre sin demasiada tecnicidad (lo que nos permite prescindir de cuerdas), sin FKT registrado, y con muy pocos tracks de GPS disponibles en la red. Probablemente nunca nadie lo haya corrido, solo caminado. Para mí, el primer intento siempre tiene valor. Repetir lo que ya está hecho no me motiva. Ortodoxo significa dar tu mejor esfuerzo, sin conocer la montaña, sin referencias, solo a puro pulmón y corazón.
Chris voló. En la bajada tuvo que esperarme. Él es más mountain runner, yo más trail runner. En subidas poco técnicas o terrenos planos, puedo marcar ritmo; pero cuando el terreno se vuelve técnico, Chris es un felino entre las rocas. Es hermoso verlo moverse.

Agostini
Estamos en El Chaltén, donde las ventanas de buen tiempo son breves: medio día, si tienes suerte, antes de que llegue la nieve o la lluvia. Bajo ese panorama, el proyecto final aparece frente a mí: el Cerro Eléctrico. Un nombre perfecto.
Después descubriríamos que fue el propio Alberto María de Agostini quien lo bautizó así. El mito cuenta que el viento en la cumbre producía un sonido como de rayo. Otra versión dice que se debe al contraste entre dos de sus cumbres, una negra y otra roja, como los polos positivo y negativo. Nunca lo sabremos con certeza, pero lo que sí sabemos es que Agostini estuvo ahí. Y yo también tenía que estar: tengo sus libros —como Esfinges de Hielo—, y recuerdo haber visto sus videos filmados en la Patagonia, acompañados en vivo por un piano en un evento en Santiago Centro, junto a mi hermano. Esa experiencia me marcó. El Eléctrico me llamaba.
Partimos desde El Pilar, el mismo punto desde donde ascendimos el Madsen. Pronto desviamos hacia un sendero que se extiende hacia el oeste: plano, interminablemente plano, hasta que comienza un ascenso tan empinado que las piernas ardían. La subida fue lenta; el cuerpo resentía la fatiga de los días anteriores. Y, tal como lo había anticipado, el cielo comenzó a cerrarse y la nieve a caer. Nos encontramos con una capa de hielo durísimo donde los crampones tipo spikes no se afirmaban. Tuvimos que abrir canalones con el piolet. Nos retrasamos, pero logramos hacer cumbre dentro del tiempo estimado.
El descenso nos llevó de regreso a El Pilar. Cruzamos la meta. El FKT fue nuestro. Un abrazo apretado y sincero selló ese momento: el ciclo se cerraba, y el cuerpo, pese a todo, había resistido.
Confiaba en que aguantaría… pero el miedo estuvo siempre presente.

En una semana tan intensa, todo tuvo una belleza especial: el pan de masa madre, el café argentino —modesto pero entrañable—, las caminatas con mi novia Ashley, y los largos trayectos en auto conversando con una nueva amiga, Anja Struk. Una persona formidable, que camina junto a Chris y, en lo personal, espero que lo haga por siempre. Al final, Ashley encontró una amiga, pero yo también siento que encontré a la mía.
Uno puede planear muchas cosas, pero los vientos de la Patagonia siempre te empujan hacia rumbos inesperados. Ese es el condimento de la vida: lo impredecible, lo dulce y lo agraz. Este viaje a El Chaltén fue profundo, reflexivo, conmovedor y, sobre todo, revitalizante.
Ahora tocaba volver a casa. Prepararme para una ceremonia íntima, rodeado de amigos y familia, donde, lleno de montaña, senderos y emoción, me entregaría a quien será mi compañera de vida.
Agradezco a Dynafit Chile que es una marca que consumo hace muchos años.
Agradezco al equipo Volkanica.
Y por sobre todo agradezco a mis padres, especialmente a mi madre y hermana que adoran a Ashley, que estuvieron en un apoyo desinteresado absoluto en uno de los días más importantes de mi vida.